Recuerdos necesarios
por Ariel Luis Gómez
Recorro desde hace más de 50 años las calles de mi barrio, Grand Bourg. La vuelta de
siempre, la rotonda la estación, esa vuelta al perro adolescente pero necesaria. Y no puedo dejar
de pasar por la calle Soler entre Chacabuco y San Lorenzo, la casa natal de Rubén, sí Rubén el
biólogo o el bichólogo como le decíamos en el barrio.
Lo conocí a fines de los 70’gracias a la academia de guitarra que tenía mi padre, don Luis
(párrafo aparte). Entre tantos alumnos y alumnas concurrían la hermana de Rubén y la que era en
aquella época su novia. Entre charlas me comentaban que él tenía discos de músicos “raros”, que
tenía plantas “raras”, que era todo raro en su vida. Eterno curioso cómo me defino no pude evitar
la necesidad de acercarme y así fue que su hermana me lo presentó, “un interesado en conocer la
discografía que disponía” ya que era inalcanzable para nosotros adolescentes de pueblo acceder a
ese tipo de música.
Osvaldo Rubén Di Iorio (1959-2016) se llamaba, era cinco años mayor, tenía 20 años
cuando me lo presentó su hermana. Flaco, alto, con ropas de fajina, borsegos, anteojos redondos
a lo Lennon, se parecía a Lennon, mirada firme y parco al hablar. Le comenté que era músico,
guitarrista clásico, folclórico, incursionando en el rock, cantante etc. Simplemente me observaba
como buen científico que era, me sentía de una especie de lo más común del barrio. Estábamos
sentados en el porche de la casa, me invitó a pasar a su pieza (parecía un mini laboratorio). Allí
empezó a desplegar su colección de vinilos, quedé atónito frente a nombres que sólo había
escuchado de refilón o apenas algún tema en alguna radio under, recordemos que eran casi los
80’. Tenía un Winco, lo enchufó, lo encendió, eligió uno de los discos, sonrió, no me mostró la
tapa y me dijo: -escuchá esto- y me rompió la cabeza! Smoke on the water, Deep Purple! Made
in Japan! ¡Lo tenía él! Sentí que no me sacaría nadie de esa pieza. Desde ese día cuanto espacio
de tiempo Rubén tuviera disponible le rogué que me dejara sentarme en su cama a escuchar
discos. La más variada colección de la época.
Pero, él tuvo una mejor idea. En el verano solía hacer viajes a los montes y zonas
selváticas de argentina buscando insectos. Ese verano iba a ir al Chaco, Villa Ángela, donde
vivía su abuela y su bisabuela conocida como “La Oma” que se popularizó en un tema folclórico.
Entonces Rubén me propuso que le cuide las arañas, víboras, ratas, el lagarto que dormía con él y
básicamente todos los bichos que tenía en la pecera. A cambio podía escuchar todos los discos a
discreción y leer revistas de artistas que él coleccionaba. Y así se reafirmó la amistad, sin ser
amigos de pub o recitales, con pocas palabras y simplemente acompañándonos de alguna forma.
Podría contar decenas de anécdotas sobre Rubén, historias que contaba su madre de
cuando iba al primario en el Evangélico hasta de cuando iba al secundario al San Martin de J.C.
Paz (si mal no recuerdo) que era el más bajo de la fila y verlo luego un lungo y un grande como
persona y profesional. Pero me quedo con las historias de la música, de sus noches en Villa
Adelina en el estudio del grupo MIA, las novedades del rock nacional e internacional. Con su
mirada aguda, su colección de mariposas que me explicaba con pasión donde las atrapó y la
clasificación “entomológica” (palabra muy rara para mí en esa época) que le daba, los
cascarudos y un sinfín de insectos que habitaban en su pieza y yo solo atinaba a sentarme en la
cama sobre el cubrecama tejido a crochet por su madre a escuchar vinilos.
Grand Bourg fue tu casa querido Rubén, de tus logros profesionales habla internet en
diferentes sitios, de mi sentimiento agradecido por haberme hecho participe de tu loco mundo
hablo yo. Nunca te fuiste (a pesar de que físicamente ya no…), estás ahí buscando el lagarto en
la carnicería de Bruno, sacando las plantas porque se metían a tu casa y hacían un bardo bárbaro,
estás bajando del tren, caminando por la avenida Grand Bourg despertando curiosidad con tu
aspecto de científico lunático.
Paso por la calle Soler y te veo, te recuerdo y te abrazo.
Gracias por tu amistad, necesario es que lo diga.
Muy agradecida por recordar a Rubén.Fuimos compañeros de secundaria 1972-1976 en "la Fátima"de Del Viso.Para aclarar el dato
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